¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad es un estado emocional natural de alerta ante eventos futuros que percibimos como peligrosos, y que viene acompañado de sentimientos desagradables y sensaciones físicas de tensión. No obstante, a veces nuestro estado emocional se desarrolla de manera patológica, derivando en los llamados trastornos de ansiedad. Esos trastornos pueden condicionar nuestra vida de manera muy negativa.

Entre los trastornos de ansiedad más habituales podemos señalar las fobias, los trastornos obsesivo-compulsivos, el estrés postraumático, el trastorno dismórfico corporal, la ansiedad social o los trastornos de ansiedad generalizada.

¿Cómo saber si tengo síntomas de ansiedad?

No siempre es tarea fácil identificar la ansiedad patológica como la raíz de un problema porque se manifiesta en muchas y muy variadas maneras. Podemos suponer que presentamos un cuadro de ansiedad en presencia de síntomas tanto físicos como psicológicos o de conducta. Algunos de ellos son los siguientes:

Síntomas físicos:

•        Tensión muscular
•       Palpitaciones
•       Náuseas, mareos, vómitos
•       Alteraciones en la respiración
•       Sudoración
•       Disfunciones sexuales

Síntomas psicológicos y de conducta:

•       Miedo, angustia, aprensión
•       Conductas de evitación
•       Inquietud e irritabilidad
•       Sensación de pérdida de control
•       Pensamientos catastrofistas
•       Comportamientos obsesivos

¿Cómo podemos afrontar la ansiedad?

Una vez identificado el problema específico empezaremos a buscar el origen de la ansiedad. Ese origen suele estar en situaciones muy concretas o pensamientos que distorsionamos sin darnos cuenta y condicionan (para mal) nuestra manera de ver las cosas y reaccionar ante ellas.

Muchas veces los trastornos de ansiedad se retroalimentan. Es decir, entramos en un círculo vicioso en el que enfocamos un hecho objetivo como una amenaza que nos genera ansiedad, y a su vez esa ansiedad nos hace ver ese hecho como más amenazador de lo que es.

Podemos romper ese círculo vicioso con un poco de “entrenamiento” aplicando estrategias físicas, psicológicas y conductuales. Por ejemplo, podemos aplicar técnicas específicas de respiración, desarrollar un enfoque racional de los problemas o crear pequeñas rutinas cotidianas para aumentar nuestra autoestima.

¿Qué esperamos conseguir con la terapia?

El objetivo más inmediato es adquirir las habilidades necesarias para pensar, sentir y comportarnos sin tanta angustia. La sabiduría popular llama a esto “dejar de darle vueltas a las cosas”.

A largo plazo podremos usar estas armas para liberarnos de esos miedos que pueden bloquearnos y ser capaces de ver las cosas desde otra perspectiva mucho más positiva y funcional.

Podemos hacer frente a la ansiedad juntos

Vive tu vida como tú quieres. ¿Hablamos?

¿Qué es la autoestima?

No es fácil definir la autoestima ni para los expertos… Podría decirse que es el conjunto de percepciones que tenemos sobre nosotros mismos (pensamientos, sentimientos, interpretaciones, etc.). También es una actitud que vamos generando cuando comparamos cómo nos vemos con cómo nos gustaría vernos (cómo creemos que debemos ser).

¿Es posible tener una autoestima demasiado alta? Sí, claro, y esto también puede acarrear sus complicaciones psicológicas. Sin embargo, además de ser algo mucho menos común, las consecuencias de una autoestima baja son mucho más negativas.

¿Cómo saber si tengo síntomas de baja autoestima?

Normalmente hay un desajuste entre lo que creemos ser y lo que queremos ser en el qué solemos salir perdiendo (es decir, no somos como queremos). Si ese desajuste es grande surgen todo tipo de dificultades psicológicas y de conducta, y a veces también físicas. Esta es una lista de los principales efectos de una autoestima baja:

•           Desvalorización de uno mismo
•           Inseguridad general, indecisión constante, complejos específicos
•           Sentimiento de culpa omnipresente e infundado
•           Insatisfacción, frustración
•           Hipercrítica con uno mismo y/o los demás
•           Irritabilidad

La baja autoestima se combina a menudo con otros trastornos de manera compleja, resultando trastornos somáticos, cuadros de ansiedad, tendencias depresivas, dificultades afectivas, dependencias psicofísicas y un largo etcétera.

¿Cómo podemos afrontar la falta de autoestima?

A veces los especialistas hablan de una “escalera de la autoestima” qué pasa por trabajar el reconocimiento, la aceptación, la valoración, el respeto y la superación de uno mismo. Esa es la escalera que vamos a subir juntos.

Para ello actuaremos de manera práctica en las tres áreas típicas de la TCC: cognitiva, emocional y conductual. Aprenderemos a reconducir la autoexigencia y los pensamientos destructivos, a ser más compasivos y equilibrados, y a cuidar de ti mismo mediante rutinas y relaciones constructivas. El autocuidado es una parte esencial a implementar en nuestra vida, pero estamos tan poco acostumbrados a llevarlo a cabo que primero debemos evaluar qué es para nosotros cuidarnos e ir incluyendo pequeños gestos y acciones.

¿Qué esperamos conseguir con la terapia?

De una manera concreta, lo que queremos es que te des cuenta de que (como todos) tienes virtudes y defectos. Una vez aceptado eso, te será mucho más fácil tratarte a ti mismo con mayor tolerancia y respeto. Y a partir de ahí ganarás en confianza y en capacidad para, en la medida de lo posible, mejorar lo que no te gusta.

Más en general, de lo que se trata es de que encuentres la fortaleza y los recursos para aceptarte tal y como eres. Eso desembocará en una mejora sustancial en diversos aspectos de tu vida cotidiana: tu capacidad para la toma de decisiones, para establecer un relacionamiento social saludable relaciones sociables saludables y para desarrollarte en ámbitos como el afectivo o el laboral.

¡Confía en ti mismo!

Estoy aquí para echarte una mano…

¿Qué son el autoconocimiento y el desarrollo personal?

Se conoce como “desarrollo personal” al proceso de mejora individual que nos acerca a lo que queremos ser, así como el conjunto de acciones para conseguirlo. Esas mejoras son sentidas subjetivamente como tales, no tienen por qué ser “progresivas” (lineales, evidentes) y suelen entenderse de manera holística o integral.

Una de las piezas esenciales en la construcción de ese desarrollo es el autoconocimiento, es decir, la consciencia de nuestra forma de ser, de nuestros puntos fuertes y flacos, nuestras peculiaridades, condicionamientos, percepciones… No implica un juicio de valor o un “pálpito”, sino que se aspira a que sea lo más objetivo y racional posible.

¿Cómo saber si tengo un bajo nivel de autoconocimiento y desarrollo personal?

Si no comprendemos lo que pensamos, sentimos o hacemos, tenemos poca capacidad de autocontrol o un alto grado de insatisfacción, podríamos estar ante señales de un desarrollo personal y un autoconocimiento insuficientes. Hay algunos rasgos que pueden indicarnos que nos convendría mejorar:

• Falta de capacidad autocrítica
• Falta de motivación
• Sensación interna de incongruencia, de contradicción, de “desconexión”
• Necesidad de individuación
• Baja autoestima o autoimagen negativa
• Tendencia a tomar decisiones inapropiadas

¿Cómo podemos afrontar la mejora de nuestro desarrollo personal?

Llegamos a un mayor desarrollo personal modificando nuestros esquemas de pensamiento y nuestros hábitos. Iremos descartando los que resulten nocivos o no sean productivos. El autoconocimiento es una especie de “mecanismo de control” que podemos analizar y entrenar con métodos y ejercicios específicos.

Tampoco podemos olvidar la parte emocional de todo esto. Como en cualquier proceso de análisis y cambio debemos prestar atención: según cómo experimentes y aceptes esos cambios de manera introspectiva sabremos los ajustes que podría ser conveniente introducir en tus nociones, sentimientos y/o conductas.

¿Qué esperamos conseguir con la terapia?

La respuesta es sencilla, ¡crecer como personas! Y hacerlo de una manera equilibrada, atendiendo las diferentes facetas de nuestra personalidad: intelectual, afectiva, psicológica, espiritual, familiar, relacional, profesional, etc. Sin prisas ni exigencias, sino con el amor a ti mismo por bandera. Pero esto es de esas cosas más fáciles de decir que de hacer…

El autoconocimiento será tu gran ayuda para guiar ese crecimiento, así que es esencial que durante el tiempo que compartamos te empapes bien de los mecanismos para ponerlo en marcha. Saldrás de aquí con técnicas concretas de conocimiento de ti mismo elegidas en función de las necesidades de tu caso particular.

El autoconocimiento es un viaje largo y emocionante

¡Podemos empezar a dar los primeros pasos!

¿Qué son las habilidades sociales?

No es fácil dar una definición corta y sencilla, pero vamos a intentarlo: son conductas aprendidas que salen a relucir en las relaciones con otros seres humanos. Estas habilidades se orientan a conseguir un objetivo o un refuerzo social sin dañar ni a los demás ni nuestra autoestima; y dependen mucho del contexto sociocultural de normas, costumbres y valores en el que se apliquen.

Así, la lista de habilidades sociales podría ser casi infinita. Sintetizando, podríamos hablar de varias categorías: habilidades básicas (escuchar, tener una conversación, fórmulas de cortesía), avanzadas (pedir o dar ayuda, dar o recibir instrucciones, convencer, disculparse), afectivas (expresar y entender sentimientos, empatizar) y de gestión (negociar, bromear, colaborar activamente). Y muchas otras.

¿Cómo saber si tengo problemas de habilidades sociales?

A veces somos muy conscientes de nuestras limitaciones en este sentido, y otras veces no tanto (o en absoluto). Estos son algunos “síntomas” de unas habilidades sociales poco desarrolladas.

•           Aislamiento o rechazo social
•           Ausencia de asertividad
•           Ausencia de empatía
•           Dificultades académicas o de aprendizaje
•           Baja autoestima
•           Bajo autocontrol
•           Sumisión o agresividad extremas

Conviene notar que la presencia de alguno de estos rasgos no implica automáticamente que tengamos habilidades sociales poco desarrolladas; hay que estudiar caso por caso.

¿Cómo podemos mejorar las habilidades sociales?

Las habilidades sociales están profundamente relacionadas con las habilidades comunicativas (¡pero no son lo mismo!) y la autoconciencia emocional. Qué sentimos y cómo lo expresamos es esencial, el paso previo para entender a los demás. Actuaremos sobre esos aspectos como punto de partida.

Partimos de la idea de que estas habilidades son aprendidas en relación con estímulos y respuestas. Pueden ser entrenadas mediante aprendizaje por observación, refuerzo positivo y retroalimentación. Así podemos encarar cualquier déficit específico e ir consolidando las habilidades más directamente relacionadas con él.

¿Qué esperamos conseguir con la terapia?

Las habilidades sociales intervienen en numerosas facetas de la vida cotidiana, y se relacionan con numerosos malestares y trastornos psicológicos (depresión, TDAH, trastornos del espectro autista, etc.). Por lo tanto, cabe esperar un refuerzo general de nuestra capacidad para relacionarnos con otras personas, pero también notables mejoras en caso de existir dichos trastornos.

Se trata, en definitiva, de aprender a reconocer las conductas y códigos socialmente adecuados; a percibir, “traducir” y emitir las señales socialmente significativas; y a saber aprovechar la retroalimentación que sigue a una interacción completa. Si conseguimos consolidar estas aptitudes experimentaremos nuestras relaciones de una forma más sana y completa.

Relaciones sociales de calidad

Hay mil razones para socializar más y mejor, ¿cuándo empezamos?

¿Qué es la dependencia emocional?

La dependencia emocional no está considerada un trastorno como tal, sino una vinculación afectiva excesiva con otra persona (normalmente la pareja sentimental) con una fuerte presencia de inseguridad y ansiedad. A veces se presenta como un círculo vicioso en el que se encadenan varias relaciones tóxicas consecutivas, incluso con un fenómeno de “síndrome de abstinencia”.

¿Cómo saber si tengo síntomas de dependencia emocional?

Hay ciertos rasgos y patrones que se repiten y hacen fácilmente identificable, para el profesional experimentado, este tipo de dependencia. ¿Reconoces alguno?

•           Baja autoestima con malestares asociados (depresión, ansiedad, culpa…)
•           Miedo a la soledad, necesidad continua de contacto con la persona
•           Prioridad total a la relación tóxica en perjuicio de otras
•           Autoanulación, sumisión
•           Baja asertividad y alta necesidad de complacer
•           Miedo extremo a la ruptura
•           Rupturas intermitentes “ahora sí, ahora no”

Más raramente se da la situación contraria, es decir, una persona desarrolla una dependencia en una relación, pero asumiendo el rol dominante; es lo que llamamos “dependencia emocional dominante”.

¿Cómo podemos afrontar la dependencia emocional?

En estos casos el psicoterapeuta ha de ejercer un acompañamiento cercano basado en la empatía. El primer paso es definir si debemos enfocarlo como una adicción o como un rasgo de personalidad. Luego buscaremos formas de generar la motivación necesaria para cambiar de rumbo emocional.

A partir de ahí podemos ir poniendo en práctica pautas concretas, algunas procedentes del mindfulness y otras de tipo cognitivo y conductual. La idea es sustituir pensamientos automáticos y creencias profundas negativas por alternativas adaptativas, e ir incorporando actividades y emociones agradables mientras crecemos en autonomía y asertividad. Combatiremos el miedo a la soledad y fortaleceremos las habilidades sociales.

¿Qué esperamos conseguir con la terapia?

La experiencia me dice que el margen de mejora puede ser muy amplio, empezando por una toma de conciencia del problema y siguiendo por una superación del síndrome de abstinencia. A partir de ahí, pueden trabajarse aspectos como el afrontamiento de críticas o la neutralización de conductas asociadas a la persona dominante.

De una forma mas general, el paciente suele ser capaz de mejorar su nivel de autoestima, ganar en autonomía y en asertividad, regular mejor sus emociones e incluso aprender a prevenir recaídas o situaciones similares. De lo que se trata, en definitiva, es de ser capaz de generar una mayor cantidad de emociones positivas desde ti y para ti.

Vive tus relaciones en positivo

Libérate del malestar y conviértete en tu propio dueño

¿Qué es la depresión?

La depresión es un concepto difuso que a veces usamos demasiado a la ligera. En un sentido estricto, es un estado de ánimo en el que prima la tristeza, el abatimiento emocional y la imposibilidad para disfrutar. Se convierte en realmente preocupante cuando nos impide hacer una vida normal, algo más frecuente de lo que solemos pensar.
Hay varios tipos de depresión. Aparte de ser más o menos aguda y transitoria o permanente, existen perfiles específicos, como la depresión distímica. Además, los factores de riesgo son muchos y diversos, con frecuencia se presenta relacionada con otros trastornos (como la ansiedad) y los síntomas también son muy distintos, lo que dificulta su identificación.

¿Cómo saber si tengo síntomas de depresion?

La primera dificultad que afrontamos cuando se presenta un cuadro de depresión es saber identificarlo. Es necesario consultar a un especialista (o a varios) para asegurarse, pero podemos sospechar una depresión clínica cuando:
● Hay un sentimiento de tristeza persistente y desproporcionado.
● Nos cuesta disfrutar de las “pequeñas cosas de la vida” (anhedonia).
● Hemos vivido una experiencia vital negativa y traumática.
● Sufrimos otros trastornos relacionados con la ansiedad o el estrés.
● Desarrollamos cambios físicos (enlentecimiento motor, falta de apetito, insomnio o hipersomnia, falta de deseo sexual…) sin otra explicación.

¿Cómo podemos afrontar la depresión?

En un primer momento, lo más importante es evaluar la situación para definir si podemos hablar de trastorno, tratar de perfilarlo y decidir cómo conviene tratarlo, con psicoterapia o apoyándonos en fármacos. Con el problema mejor definido daremos el siguiente paso.

Existen distintos enfoques psicoterapéuticos de la depresión. Así, podemos elegir entre orientaciones cognitivas, conductuales o de terapias breves para dirigir la intervención en la dirección que más convenga a tu caso. Señalaremos las distorsiones que estorban, plantearemos actividades gratificantes y celebraremos los avances.

En cualquier caso, hay que ser conscientes de que la depresión es un enemigo resistente, por lo que debemos ser al menos tan constantes como ella para superarla. Para ello, el secreto es avanzar paso a paso.

¿Qué esperamos conseguir con la terapia?

Lo que está claro es que nuestro objetivo central es mejorar tu calidad de vida. Eso pasa por retomar tus capacidades funcionales en los ámbitos persona, familiar, social, laboral, etc. Que seas capaz de hacer, en definitiva, lo que hacías antes de pasar por este bache.

En un sentido más específico podemos plantearnos objetivos intermedios a corto, medio y largo plazo mediante los que te entrenes en el uso de herramientas cognitivas, conductuales y emocionales. Estas te permitirán identificar episodios depresivos, reconocer sus orígenes y elaborar mecanismos de superación.

No lo dudes, hay luz más allá del túnel

Si tú quieres podemos ir a buscarla juntos.

¿Qué es la terapia de pareja?

¿Cuándo es el momento de pedir ayuda? Estos fenómenos pueden ser indicativos de que es necesario plantearse seriamente el rumbo de la relación:

•       Discusiones frecuentes sin resolución
•       Falta de comunicación
•       Sensación emocional de distanciamiento
•       Pérdida de confianza
•       Necesidad de “cerrar heridas”
•       Patrones de comportamiento tóxicos
•       Problemas de convivencia
•       Falta de intimidad
  

¿Cómo podemos encarar la terapia de pareja?

Partimos de herramientas propias de la terapia cognitivo-conductual, pero en estos casos también es útil apoyarse en terapia integrativa y terapia breve basada en soluciones. Partiremos de una actitud muy cercana por mi parte, y las técnicas estarán, en todo caso, hechas a la medida de vuestras circunstancias, necesidades y objetivos.

Tras identificar las dinámicas nocivas y reconocer la perspectiva de cada uno de vosotros señalaremos los cambios de conducta que puedan ser adecuados; pero detrás está siempre trabajar la aceptación de los atributos del otro. Puede ser necesario realizar sesiones individuales.

¿Qué esperamos conseguir con una terapia de pareja?

No depende de la terapia en sí que la relación “se arregle”; el objeto de la terapia no es salvar la relación a toda costa sino acompañaros ante la crisis, ganando en empatía, asertividad y autoestima, en capacidad de comunicación y resolución de conflictos. Si sale adelante, lo que es seguro es que la relación estará más basada en el respeto, la comunicación y el amor.

También puede ser que descubráis que la relación ha cumplido su papel y es el momento de dar paso a un nuevo episodio vital. No es el fin del mundo. En este caso, la idea es que la ruptura resulte lo menos dolorosa posible para todos y nos permita seguir adelante con autonomía y serenidad camino de nuestra autorrealización.

 Una pareja es apoyo, bienestar y amor

Puedes consultarme con total confianza.

¿Qué es el duelo?

Una buena forma de explicar el duelo es verlo como el proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida. En ese sentido, una ruptura sentimental va seguida de un periodo de duelo, al igual que ocurre ante la desaparición de una persona cercana o, salvando las distancias, otras pérdidas (como una propiedad o un empleo).

En el duelo hay componentes emocionales, pero también fisiológicos, cognitivos y de conducta. A lo largo de este periodo de transición se debe pasar por varias fases que pueden prolongarse varios meses o años desde la evitación inicial a la resolución final. Lo esencial es tener presente que el recuerdo queda, pero el dolor se transforma

¿Cómo saber si necesito ayuda con una ruptura o un duelo?

Suele ser complicado identificar un duelo problemático porque las sensaciones negativas (negación, tristeza, ira, etc.) son parte del proceso. Pero a veces se convierten en una rémora. Podemos pensar que es necesaria una terapia si apreciamos:

•       Imposibilidad de superar la pérdida
•       Negación cronificada de la pérdida
•       Desinterés por el mundo exterior
•       Depresión
•       Conductas de riesgo derivadas

¿Cómo podemos afrontar el duelo o la ruptura?

En estos casos, la labor central del terapeuta es de acompañamiento, de escucha y apoyo, con mucha prudencia y disponibilidad. Identificaremos los rasgos deficitarios que definen duelos demasiado largos, demasiado intensos, manifestados insuficientemente o incapacitantes como punto de partida. Después decidiremos las mejores estrategias de actuación.

También podemos analizar tus conductas problemas y evaluar tus recursos de enfrentamiento y protección frente a los problemas de una manera más práctica. A partir de ahí podremos ajustarlos mediante una reestructuración cognitiva, elaborando un libro de recuerdos, realizando tareas graduales, etc. Elegiremos estas técnicas en función de tu contexto y tus necesidades específicas.

¿Qué esperamos conseguir con la terapia?

El objetivo último es, desde luego, superar el duelo o la ruptura. Se trata ante todo de sanar heridas emocionales y emplear lo aprendido para “reorganizarnos” y ayudarnos en nuestro propio autodescubrimiento. De ser capaces de volver a nuestros roles habituales u otros nuevos, a experimentar placer, a buscar la amistad y el amor.

De manera más concreta nos centraremos en realizar las tareas para completar el duelo partiendo de la aceptación del hecho. Vamos a aprender a gestionar la pérdida y el dolor que ocasiona, hasta llegar a ser capaces de asumir la ausencia, tomar decisiones y reconducir toda esa energía emocional de una manera positiva. 

Sufrir es normal. Superarlo, también.

Cuenta conmigo para hacer este camino juntos

¿Qué es la inteligencia emocional?

Es la capacidad para reconocer y “catalogar” nuestras emociones y las de las demás personas. Parte de la idea de que el pensamiento basado en razonamientos intelectuales no lo es todo, y de que existen diferentes “enfoques”. Dicho de otra manera, es el conjunto de emociones que nos ayudan a vivir y relacionarnos de manera saludable.

La inteligencia emocional nos sirve para adquirir información, orientar nuestra forma de pensar y de actuar, adaptarnos a una situación o resolverla, etc. También nos ayuda a alcanzar los objetivos que nos proponemos. Así, tiene mucho que ver con la motivación, la perseverancia, la asertividad, la resiliencia…

¿Cómo saber si necesito desarrollar mi inteligencia emocional?

Todos somos emocionalmente inteligentes, pero a veces, por distintas circunstancias, hemos desarrollado poco esa faceta. Puede ser beneficioso que lo hagas si reúnes varios de estos rasgos:

•       Sientes que nadie te entiende
•       Te cuesta hablar de tus emociones
•       Te parece que los demás son demasiado sensibles
•       No se te da bien resolver conflictos
•       Se te hace difícil aceptar el cambio o el error
•       Te agobian las relaciones sociales

¿Cómo podemos desarrollar la inteligencia emocional?

En estos casos, la labor central del terapeuta es de acompañamiento, de escucha y apoyo, con mucha prudencia y disponibilidad. Identificaremos los rasgos deficitarios que definen duelos demasiado largos, demasiado intensos, manifestados insuficientemente o incapacitantes como punto de partida. Después decidiremos las mejores estrategias de actuación.

También podemos analizar tus conductas problemas y evaluar tus recursos de enfrentamiento y protección frente a los problemas de una manera más práctica. A partir de ahí podremos ajustarlos mediante una reestructuración cognitiva, elaborando un libro de recuerdos, realizando tareas graduales, etc. Elegiremos estas técnicas en función de tu contexto y tus necesidades específicas.

¿Qué esperamos conseguir con la terapia?

La inteligencia emocional va asociada al desarrollo personal. Así, con mayores capacidades emocionales tendremos más habilidades para entendernos a nosotros mismos, desenvolvernos en sociedad y tomar decisiones. Podremos, en definitiva, llevar una vida más plena y disfrutar de ella de una manera más consciente.

Concretando un poco más, veremos que nuestras habilidades interpersonales e intrapersonales nos permitirán conocernos mejor y aumentar nuestra seguridad y autoestima, pero también nos ayudarán a enfocar mejor nuestros objetivos y a relacionarnos de una forma más positiva y empática con otras personas.

¡Apóyate en tus emociones!

Cuenta conmigo para ayudarte

¿Qué es la terapia para adolescentes?

Es una terapia orientada específicamente para jóvenes entre 13 y 17 años que están atravesando los complejos procesos de desarrollo psicológico de la adolescencia. Las alteraciones hormonales y la entrada en el mundo adulto crean un escenario plagado de cambios drásticos que nos ponen a prueba. La identidad y la autonomía están en pleno proceso de asentamiento.

Bien es cierto que, si plantamos unas bases sólidas (psicológicamente hablando) en la infancia y la adolescencia en cuanto a gestión emocional, cognitiva y conductual se refiere, las probabilidades de sufrir trastornos a lo largo de la edad adulta disminuyen de manera importante. Ese es el objetivo de este tipo de terapia especializada.

¿Cómo saber si me conviene una terapia para adolescentes?

Por una parte, nunca está de más consultar con un especialista sobre nuestro estado psicológico; por otra, algunas pistas pueden indicar que esta consulta sea muy aconsejable:

•       Rasgos graves de inmadurez
•       Dificultades de relacionamiento ente iguales
•       Cuadros marcados y recurrentes de ansiedad o depresión
•       Conductas antisociales
•       Conductas de riesgo
•       Trastornos fisiológicos relevantes (alimentación, sueño)
•       Víctimas o autores de bullying

¿Cómo podemos plantear una terapia para adolescentes?

Aquí el protagonista absoluto es el adolescente; no estamos ante una patología, solamente ante un momento complicado. Mi papel esencial es el de acompañante, y la consulta se convierte en un lugar seguro donde puede comunicarse con una figura adulta (que no son sus padres) con libertad, confianza y autonomía.

Mi experiencia me dice que en la gran mayoría de los casos este tipo de terapias son, ante todo, una experiencia de crecimiento para el adolescente. No obstante, si una vez iniciada la terapia nos encontramos con algún aspecto preocupante (como una relación tóxica o ideaciones suicidas) y consideramos necesario centrar nuestra acción en ese aspecto, el enfoque cambiaría radicalmente.

¿Qué esperamos conseguir con la terapia?

Desde una perspectiva amplia el objetivo es reforzar en el adolescente una gestión de las emociones saludable y los mecanismos de habilidades sociales más complejos propios de la edad adulta; pero también (aunque parezca lo de menos) hacerle sentir que no está solo, que lo que le pasa no es raro y que tiene a alguien para compartirlo.

La tónica general suele ser un aumento del bienestar psicológico y una relación más fluida en casa. En casos muy concretos en los que se detecte algún déficit o trastorno significativo (no es el objetivo de la terapia, pero puede ocurrir), pasaríamos a trabajarlo de manera más específica, para tratar de mejorar ese aspecto de manera prioritaria.

Vamos superando etapas en el viaje hacia la madurez

Si quieres, te acompaño.